martes, 5 de abril de 2016

El duelo del cuerpo...

Quiero compartir ésta entrada del blog de "otro blog de mamis"  porque quiero ayudar a concienciar de qué es lo que ocurre cuando la vida que gestabas y que estabas dulcemente esperando no se queda contigo...

Quiero visibilizar lo que le ocurre al cuerpo...
Quiero dar voz...
Gracias ...

Mai nació el 3 de marzo, en una cesárea necesaria por prolapso del cordón.  El prolapso del cordón es una complicación muy grave del parto que ocurre en rarísimas ocasiones y que, en este caso, tuvo consecuencias fatales.  Mai no se quedó con su madre.  Su madre es mi amiga, es una de las personas más sabias, fuertes y valientes que conozco, generosa a más no poder.
Hace varios días, compartió en Facebook un texto sobre el nacimiento de Mai y como había ella decidido actuar con respecto a la lactancia.  En el texto compartió una preciosa foto de su pecho desnudo llorando lágrimas blancas de leche por su pequeña princesa.  Algún descerebrado denunció la imagen y Facebook borró imagen, texto y los cientos de comentarios de apoyo y admiración que mi amiga había recibido.  No quiero decir nada al respecto, porque si me arranco diré tales barbaridades que o me censurarán a mi o me cerrarán la cuenta.  Hay que ser de otro planeta, uno cruel y deshumanizado para denunciar este contenido.
Mi amiga nos pidió a algunas madres que tenemos Blog si queríamos compartir su imagen y su texto.  Lo siguiente, en negrita y cursiva no es mio.  Es el texto que escribió la mamá de Mai, tan solo unas semanas después del nacimiento y muerte de su hija, paciente y amorosamente esperada durante 40 hermosas semanas.

Cuando la leche no es blanca
El pasado 3 de marzo mi hija Mai nació muerta. Nadie te prepara para eso. Nadie está preparado. Dentro de la nebulosa del momento, burrocracia, gestiones, decisiones y recuerdos, alguien te ofrece pastillas para cortar la leche. Alguien te dice que puedes esperar. Y en ese momento caes en que tu cuerpo, tu cuerpo de madre, parida la placenta, producirá leche en unos días. Y te cagas en la Naturaleza. Mi elección fue esperar, quizás para aferrarme a lo que de Mai me quedaba. No me arrepiento, fue una despedida suave y paulatina, pero cada mujer debe tener libertad para escoger la suya. Los profesionales deben informar. No juzgar. Tras la cesárea de urgencia y la muerte, el shock y el dolor físico dejaron paso a una fuerza increíble que me impulsaba a levantarme, a lamerme mi propia herida. Los pechos se me llenaron de leche, tremendos y calientes. Fui mamífera en estado de alerta, buscando a mi cría, esperándola. Por la cesárea tomaba antiinflamatorios, quizás por eso no sentí dolor, solo malestar, no tuve necesidad de extraerme leche ni de aplicarme frío ni hojas de col. Dejé fluir la leche, simplemente, dejé que me mojase despidiendo a mi bebé, dejé que se perdiese. Dejé a mi cuerpo hacer su duelo, llorar su luto, hasta que la leche se marchó. Y con ella la fuerza. La mamífera que por fin tomó conciencia de que su bebé no iba a volver. Mamífera vacía de vientre y pechos muertos. El cuerpo de madre, creador, nutricio, lleno de vida y alimento pasó suavemente a convertirse en silencio, en cementerio.